Las fabricas procesadoras de crustáceos generan un importante volumen de subproductos como el caparazón de cangrejo, que investigadores de la Universidad de Sevilla han reciclado para producir quitosano, al que posteriormente se le da fluorescencia para que pueda usarse en la detección de ciertas sustancias o en aplicaciones médicas.
Investigadores mexicanos han desarrollado un proceso para obtener carbón activado mediante el tratamiento nanotecnológico de residuos de plumas de pollo.
Investigadores del CSIC y la UGR demuestran que residuos como los posos de café o la cascarilla tienen una actividad antioxidante 500 veces superior a la vitamina C y podrían reutilizarse en la producción de alimentos más saludables.
Investigadores españoles y brasileños trabajan de forma conjunta para conseguir un biodiésel más eficiente aprovechando subproductos generados por la industria pesquera y los hogares y restaurantes.
