Investigadores australianos han realizado un exhaustivo análisis de la presencia de microplásticos y nanoplásticos en los suelos agrícolas y su «propagación silenciosa» a los alimentos que llegan a nuestra mesa.

microplásticos, del suelo a tu ensalada
Se han encontrado micro y nanoplásticos en cultivos de lechuga, trigo y zanahoria

Los suelos agrícolas contienen actualmente 23 veces más microplásticos que los océanos, según un estudio internacional, que subraya también que los plásticos del suelo pueden estar expuestos a hasta 10.000 aditivos químicos, la mayoría de los cuales no están regulados en la agricultura. Los resultados de la investigación se han publicado recientemente en la revista Environmental Sciences Europe.

«Estos microplásticos están convirtiendo la tierra productora de alimentos en un sumidero de plásticos», afirma el investigador de la Universidad de Murdoch (Australia) Joseph Boctor, que dirigió el estudio. De hecho, ya se han encontrado tanto microplásticos como nanoplásticos en cultivos de lechuga, trigo y zanahoria. Estas partículas proceden de distintas fuentes, desde el acolchado de plástico usado en agricultura, los fertilizantes o incluso de las nubes cuando descargan la lluvia.

Esto es especialmente preocupante cuando se combina con los hallazgos de estos microplásticos en los pulmones humanos, el cerebro, el corazón, la sangre e incluso la placenta.

«Y la ausencia de BPA (bisfenol A) no significa que no haya riesgos», afirma Boctor. «Las sustancias químicas sustitutivas como el BPF y el BPS muestran una actividad de alteración endocrina comparable o mayor».

Un problema clave es que la normativa es más lenta que la ciencia, y la industria más rápida que ambas.  Además, la evaluación de la toxicidad de los aditivos suele pasarse por alto, según Boctor, debido a la falta de transparencia de la industria del plástico y al gran número de aditivos que se producen. «Esto hace que la crisis del plástico no se controle, y que la salud humana quede expuesta», afirma. Esta nueva revisión intenta «sacar a la luz este peligro sigiloso».

Además de los alteradores endocrinos, el informe señala otros aditivos presentes en el suelo, como los ftalatos (relacionados con problemas reproductivos) y los PBDE (retardantes de llama neurotóxicos). Estos aditivos se han relacionado con enfermedades neurodegenerativas, aumento del riesgo de derrame cerebral e infarto de miocardio y muerte prematura.

«No se trata de posibilidades lejanas, sino que se están desarrollando en los sistemas biológicos de forma silenciosa y sistemática», afirma el onvestigador.

Para hacer frente a esta crisis, Boctor está trabajando con sus colegas del Centro de Innovación en Bioplásticos para crear un tipo de plástico que no sólo sea seguro, sino que también se descomponga en el suelo, la tierra y el agua, sin dejar ningún rastro.

Una de las innovaciones que se están desarrollando actualmente es el proyecto Smart Sprays, que demostrará y probará un aerosol no tóxico para el suelo a base de bioplástico que forma una barrera contra el agua para recoger la lluvia y reducir la evaporación, y que puede aplicarse fácilmente con los equipos agrícolas existentes.

La esperanza es que, gracias al trabajo del Hub, se introduzca en el mercado un plástico verde que minimice y, con el tiempo, anule la necesidad de producir plásticos no sostenibles en todo el mundo.

«Esta revisión pone de manifiesto la urgente necesidad de coordinar los esfuerzos científicos y normativos», explica Boctor. «Los reguladores, los científicos y la industria deben colaborar para colmar las lagunas antes de que la contaminación por plásticos se afiance aún más en la cadena alimentaria mundial», concluye.

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