Un análisis del tejido testicular de perros y humanos ha hallado micropartículas de plástico en todas las muestras, y algunas de ellas se relacionan con una menor presencia de espermatozoides.

microplásticos
Microplásticos. Foto: Florida Sea Grant (cc)

Investigadores de la Universidad de Nuevo México (UNM), en EE.UU., han detectado concentraciones significativas de microplásticos en el tejido testicular de seres humanos y perros, lo que aumenta la preocupación por su posible efecto en la salud reproductiva humana.

En un nuevo artículo publicado en la revista Toxicological Sciences, un equipo dirigido por Xiaozhong «John» Yu, profesor de la Facultad de Enfermería de la UNM, informó del hallazgo de 12 tipos de microplásticos en los testículos de 47 perros y 23 humanos.

«Nuestro estudio reveló la presencia de microplásticos en todos los testículos humanos y caninos», afirma Yu. El equipo también pudo cuantificar la cantidad de microplásticos en las muestras de tejido mediante un novedoso método analítico que reveló correlaciones entre ciertos tipos de plástico y un menor recuento de espermatozoides en las muestras caninas.

Yu, que estudia el impacto de diversos factores ambientales en el sistema reproductor humano, señala que los metales pesados, los pesticidas y las sustancias químicas que alteran el sistema endocrino se han visto implicados en un descenso global del recuento y la calidad del esperma en los últimos años. Una conversación con su colega el doctor Matthew Campen, profesor de la Facultad de Farmacia de la UNM que ha documentado la presencia de microplásticos en placentas humanas, le llevó a preguntarse si no habría algo más en juego.

«Me dijo: ‘¿Has pensado por qué se ha producido este descenso (en el potencial reproductivo) más recientemente? Tiene que haber algo nuevo'», explica Yu. Eso le llevó a diseñar un estudio utilizando el mismo método experimental que el laboratorio de Campen había empleado en la investigación sobre la placenta.

Su equipo obtuvo tejido humano anónimo de la Oficina de Investigación Médica de Nuevo México, que recoge tejido durante las autopsias y lo almacena durante siete años antes de deshacerse de él. El tejido canino procedía de refugios de animales de la ciudad de Albuquerque y de clínicas veterinarias privadas que realizan operaciones de esterilización.

El equipo trató químicamente las muestras para disolver la grasa y las proteínas y centrifugó cada muestra en una ultracentrifugadora, dejando una pepita de plástico en el fondo de un tubo. A continuación, calentaron la pepita de plástico en un vaso metálico a 600 grados centígrados. Utilizaron un espectrómetro de masas para analizar las emisiones de gases a medida que los distintos tipos de plástico se quemaban a temperaturas específicas.

Más microplásticos en las muestras humanas

En los perros, la concentración media de microplásticos en el tejido testicular fue de 122,63 microgramos por gramo de tejido (un microgramo es la millonésima parte de un gramo). En el tejido humano, la concentración media fue de 329,44 microgramos por gramo, casi tres veces superior a la de los perros y significativamente mayor que la concentración media que Campen encontró en el tejido placentario.

«Al principio, dudaba de que los microplásticos pudieran penetrar en el sistema reproductor», afirma Yu. «Cuando recibí por primera vez los resultados de los perros me sorprendí. Me sorprendí aún más cuando recibí los resultados para humanos».

Los investigadores descubrieron que el polímero más prevalente en los tejidos humanos y caninos era el polietileno (PE), que se utiliza para fabricar bolsas y botellas de plástico. En los perros le seguía el PVC, que se utiliza en fontanería industrial, municipal y doméstica y en muchas otras aplicaciones.

El equipo pudo contar los espermatozoides en las muestras caninas (pero no en las humanas, que se habían conservado químicamente) y descubrió que los niveles más altos de PVC en el tejido se correlacionaban con un menor recuento de espermatozoides, dice Yu. Sin embargo, no había correlación con la concentración tisular de PE.

«El plástico marca la diferencia: el tipo de plástico puede estar relacionado con la función potencial», afirma. «El PVC puede liberar muchas sustancias químicas que interfieren en la espermatogénesis y contiene sustancias químicas que causan alteraciones endocrinas».

Factores ambientales comunes

El estudio comparó tejidos humanos y caninos por varias razones; una de ellas, porque los perros conviven con las personas y comparten su entorno. También comparten algunas características biológicas.

«En comparación con las ratas y otros animales, los perros son más parecidos a los humanos», explica Yu. «Físicamente, su espermatogénesis es más parecida a la humana y la concentración tiene más similitudes con los humanos». El recuento de espermatozoides caninos también parece estar disminuyendo, añade. «Creemos que perros y humanos comparten factores ambientales comunes que contribuyen a su descenso».

Los microplásticos aparecen cuando el plástico se expone a la radiación ultravioleta de la luz solar y se degrada en los vertederos, así como liberarse de los tejidos sintéticos durante el proceso de lavado. Pueden ser arrastrados por el viento o por los cursos de agua cercanos, y algunos trozos son tan pequeños que se miden en nanómetros (la milmillonésima parte de un metro). Son los denominados nanoplásticos.

Ahora son omnipresentes en el medio ambiente, y el uso mundial de plásticos sigue creciendo. Yu señala que la edad media de los hombres de las muestras de las autopsias de la OMI era de 35 años, lo que significa que su exposición a los plásticos comenzó hace décadas, cuando había menos plástico en circulación. Ahora que hay más plástico que nunca en el medio ambiente, «el impacto en las generaciones más jóvenes podría ser más preocupante», concluye.

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