Varias investigaciones han empezado a encontrar respuestas sobre los factores de decisión a la hora de reciclar, y sugieren, por ejemplo, que reciclamos más los objetos no dañados y aquellos que nos identifican más.

Generamos más residuos si sabemos que podremos reciclarlos
Envases de vidrio listos para reciclar. Foto: RESIDUOS PROFESIONAL

Un reciente estudio de la Universidad de Boston ha descubierto que la percepción de culpa respecto a la generación de residuos se ve reducida, o incluso superada, si los consumidores perciben que podrán reciclarlos. Varios experimentos han mostrado que, para una misma actividad, las personas sin posibilidad de reciclar hacían un uso más eficiente de los recursos de que disponían y generaban menos residuos que aquellas que podían reciclar.

¿Cómo podemos explicar esto? Los investigadores sugieren que las emociones positivas asociadas con el reciclaje puede dominar las emociones negativas, como la culpa asociada al derroche. Como resultado, los consumidores se sientan cómodos utilizando una mayor cantidad de un recurso cuando el reciclaje es una opción.

Hay más factores psicológicos que afectan el comportamiento humano ante el reciclaje, como evidencian dos estudios publicados en el Journal of Consumption Research. Así, se ha observado que los consumidores reciclan más los objetos que no han sido dañados (“sesgo de distorsión”) y que están más dispuestos a reciclar objetos que se identifiquen con su persona (“sesgo de identidad”).

El primer factor se explica ya que si un producto se modifica mucho respecto al original, los consumidores lo perciben como menos útil y son más propensos a no reciclarlo.

Así, en uno de los experimentos realizados los participantes creían estar probando unas nuevas tijeras. A unos se les pidió, como parte de la evaluación, cortar unos documentos, mientras que otros no tuvieron que hacerlo. Al concluir, se les pidió eliminar los residuos resultantes antes de irse. Los que habían dejado los papeles sin cortar, los depositaron en la papelera de reciclaje, mientras que los que sí lo hicieron los tiraron al cubo de la basura.

Resultados similares se obtuvieron en otro experimento, esta vez con latas de bebidas, dependiendo de si estas estaban rotas o abolladas o si estaban intactas.

¿Cómo se explica esta tendencia? Cuando un artículo está lo suficientemente distorsionado o cambia de tamaño o forma, las personas lo tienden a percibir como inútil, como algo sin futuro. Así que lo tiran a la basura. Esto explica, en parte, por qué tanto material reciclable termina en los vertederos.

El segundo factor psicológico mencionado (sesgo de identidad) se debe a que tirar un producto personal a la basura se asocia a tirar parte de uno mismo, de modo que se tiende a reciclar pensando que se le podrá dar un nuevo uso.

En este caso, se hizo un experimento con los vasos de café personalizados –En EEUU es habitual pedir el nombre a los clientes de las cafeterías y escribirlo en su vaso a la hora de servirlos–. Algunos de estos nombres fueron intencionadamente mal escritos. El resultado fue que aquellos cuyos nombres estaban correctamente escritos fueron significativamente más propensos a reciclar sus vasos.

Otros estudios que vinculaban el producto a una identidad –como una bandera o un logotipo universitario– dieron el mismo resultado.

Las conclusiones presentadas podrían ayudar a una mejor gestión de los residuos y el reciclaje. Estos estudios ponen en relieve la necesidad de mejorar el conocimiento sobre los comportamientos del consumidor frente los residuos para tomar mejores decisiones en el desarrollo de políticas y campañas de reciclaje, así como en el diseño de productos.

Fuentes:
Laboratorio de Ecoinnovación
Harvard Business Review

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