El centro tecnológico ITENE presentó recientemente a empresas del sector alimentario sus últimos avances en envasado de comida, con soluciones encaminadas a reducir la cantidad de alimentos que cada año tiramos a la basura.
El desperdicio de alimentos representa un problema tanto ético –millones de personas pasan hambre en el mundo– como ambiental –supone deshacerse de cuantiosos recursos naturales y la emisión de miles de toneladas de CO2–. Para poner freno a este derroche, gobiernos y empresas trabajan desde distintos frentes con el objetivo de que cada vez menos comida termine en los cubos de basura.
En este sentido, el Instituto Tecnológico del Embalaje, Transporte y Logística (ITENE) presentó la semana pasada sus últimos avances en tecnología de envase. Fue durante el Food Brockerage Event 2015: Jornadas de Transferencia de Tecnología en Alimentación, celebrado en el Centro de Congresos Víctor Villegas de Murcia.
Allí, Rubén Ruíz, responsable del departamento de I+D+i de ITENE, mostró algunos de los últimos desarrollos del Instituto, como el proyecto Easyfruit, del que ha resultado “un envase activo que alarga la vida útil de la fruta pelada y que asegura que su consumo sea fiable hasta doce días. Además, estamos trabajando en un envase activo que alargará la vida útil de los champiñones y de otras verduras, de los 8 días habituales hasta los 19. Este envase también mantiene el color y la frescura de la verdura y su verdadero sabor y vitaminas”.
Otra tecnología presentada fue la de envases inteligentes, en concreto un envase capaz de indicar la frescura del alimento que contiene, y que cambia de color en función de la degradación del alimento. De esta forma, el envase nos estaría indicando que debemos consumir ese alimento cuanto antes.
Las empresas de alimentación deben basar sus nuevos productos en factores como la sostenibilidad, la individualización de la sociedad o el hecho de que, en 2050, el 80% de la población vivirá en ciudades”.
Otra tendencia que marca la innovación en el envase agroalimentario se encuentra en el uso de materiales biodegradables. En este punto, ITENE presentó diferentes aplicaciones desarrolladas para alimentos secos o deshidratados, así como una bandeja termoformable, principalmente compuesta por celulosa, para alimentos grasos. El objetivo de usar estos materiales no es ya tanto reducir el desperdicio alimentario, sino reducir el impacto ambiental de la industria envasadora.
Nueva realidad social
Estas novedades en envases están basadas en factores sociales que deben tener en cuenta las empresas, como por ejemplo, el envejecimiento de la población, el incremento de las compras on line o la responsabilidad que tenemos todos ante el desperdicio alimentario.
Como explicó Ruíz, “las empresas de alimentación deben basar sus nuevos productos en esta nueva realidad y en otros factores como la sostenibilidad, la individualización de la sociedad o el hecho de que, en 2050, el 80% de la población vivirá en ciudades”.
Todo ello obligará a las empresas a desarrollar nuevos envases que cumplan con requisitos como el alargamiento de la vida útil de los alimentos, que estén elaborados con materiales sostenibles, que sean de fácil apertura y manipulación, que reduzcan los costes de fabricación…, y también deberán ofrecer nuevos formatos “On the Go” (listos para consumir en cualquier sitio), nuevas unidades de venta como monodosis o packs, y formatos convenience, entre otros. Todo ello, además, incorporando criterios ambientales, como la reciclabilidad o biodegradabilidad de estos envases.