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Según los autores del estudio, lo más probable es que estas sustancias químicas procedan de productos de consumo o de otras fuentes industriales.
Científicos de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) han detectado en un estudio hasta 109 sustancias químicas en mujeres embarazadas, entre las que se encuentran 55 sustancias químicas nunca antes halladas en personas y 42 «sustancias químicas misteriosas», cuyas fuentes y usos se desconocen. Los resultados del estudio se han publicado recientemente en la revista Environmental Science & Technology.
Lo más probable, según los autores del estudio, es que estas sustancias químicas procedan de productos de consumo o de otras fuentes industriales. Se encontraron tanto en la sangre de las mujeres embarazadas como en la de sus hijos recién nacidos, lo que sugiere que viajan a través de la placenta de la madre.
«Estas sustancias químicas han estado probablemente en las personas durante bastante tiempo, pero la tecnología nos está ayudando ahora a identificarlas», afirma Tracey J. Woodruff, profesora de obstetricia, ginecología y ciencias de la reproducción en la UCSF. Excientífica de la estadounidense Agencia de Protección Ambiental (EPA), Woodruff dirige el Programa de Salud Reproductiva y Medio Ambiente (PRHE) y el Centro de Investigación y Traducción Medioambiental para la Salud (EaRTH), ambos en la UCSF.
«Es alarmante que sigamos viendo cómo ciertas sustancias químicas pasan de las mujeres embarazadas a sus hijos, lo que significa que estas sustancias químicas pueden estar con nosotros durante generaciones», añade.
El equipo científico utilizó la espectrometría de masas de alta resolución (HRMS) para identificar las sustancias químicas artificiales en las personas.
Pero, aunque estas sustancias químicas pueden identificarse provisionalmente utilizando bibliotecas químicas, es necesario confirmarlas comparándolas con las sustancias químicas puras producidas por los fabricantes, conocidas como «estándares analíticos». El problema es que los fabricantes no siempre los facilitan.
«Estas nuevas tecnologías son prometedoras porque nos permiten identificar más sustancias químicas en las personas, pero los resultados de nuestro estudio también dejan claro que los fabricantes de sustancias químicas deben proporcionar estándares analíticos para que podamos confirmar la presencia de sustancias químicas y evaluar su toxicidad«, afirma el coautor principal del trabajo, el doctor Dimitri Panagopoulos Abrahamsson, becario postdoctoral del PRHE de la UCSF.
Las 109 sustancias químicas que los investigadores encontraron en las muestras de sangre de las mujeres embarazadas y sus recién nacidos se encuentran en muchos tipos de productos diferentes. Por ejemplo, 40 se utilizan como plastificantes, 28 en cosméticos, 25 en productos de consumo, 29 como productos farmacéuticos, 23 como pesticidas, 3 como retardantes de llama y 7 son compuestos PFAS, que se utilizan en alfombras, tapicerías y otras aplicaciones. También es posible que haya otros usos para todas estas sustancias químicas.
Los investigadores reportaron además que 55 de las 109 sustancias químicas que identificaron parecen no haber sido encontradas previamente en las personas. De ellas:
- 1 se utiliza como pesticida.
- 2 son PFAS, probablemente utilizados en la fabricación de utensilios de cocina antiadherentes y tejidos impermeables.
- 10 se utilizan como plastificantes (por ejemplo, en envases de alimentos, platos de papel y pequeños electrodomésticos).
- 2 se utilizan en cosmética.
- 4 son productos químicos de alto volumen de producción (HPV).
- 37 de los que se tiene poca o ninguna información sobre sus fuentes o usos. Destaca aquí el caso del 1-(1-Acetil-2,2,6,6-tetrametilpiperidina-4-il)-3-dodecilpirrolidina-2,5-diona, utilizado en la fabricación de fragancias y pinturas, un producto químico tan poco conocido que actualmente no tiene acrónimo.
«Es muy preocupante que no seamos capaces de identificar los usos o las fuentes de tantas de estas sustancias químicas», afirma Woodruff, que reclama a las autoridades que exijan a la industria química que estandarice sus informes sobre los compuestos químicos y sus usos. «Deben utilizar su autoridad para garantizar que disponemos de información adecuada para evaluar los posibles daños a la salud y retirar del mercado las sustancias químicas que suponen un riesgo.»
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