El uso de biomasa para generar energía es una parte importante del mix de energías renovables. Sin embargo, la producción de bioenergía debe seguir los principios de eficiencia de la UE, según un nuevo informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA). Esto significa extraer más energía de la misma cantidad de material y evitar los potenciales efectos ambientales negativos causados en el proceso de producción de bioenergía.

Biomasa forestal
Europa debe aprrovechar mejor sus recursos en la producción de bioenergía. Foto: Residuos Profesional

La bioenergía hace referencia a los usos energéticos de cualquier tipo de biomasa, ya sea para calefacción, producción de electricidad o transporte. El informe “Potencial bioenergético de la UE desde una perspectiva de eficiencia de recursos” analiza principalmente el potencial energético de las tierras agrícolas, aunque incluye la biomasa de bosques y residuos en el análisis general.

En 2010, la bioenergía era la fuente de aproximadamente el 7,5% de la energía utilizada en la UE. Se prevé que se incremente hasta alrededor del 10% de aquí a 2020, o aproximadamente la mitad de la producción prevista de energías renovables, de acuerdo con los planes nacionales de energías renovables de los Estados miembros.

Según el informe, la bioenergía debe producirse en consonancia con los objetivos de la UE hacia un uso más eficiente de recursos. Esto significa reducir el suelo y los recursos necesarios para producir cada unidad de bioenergía y evitar el impacto ambiental de la producción de bioenergía.

El análisis de la EEA destaca que los usos energéticos más eficientes de la biomasa son la generación de calor y electricidad, así como la producción de biocombustibles avanzados, también llamados de “segunda generación”. Sin embargo, los biocombustibles de primera generación, como por ejemplo el biodiésel basado en la colza o el etanol a partir de trigo, suponen un uso menos eficiente de los recursos.

Mayor variedad de cultivos energéticos

Basándose en el análisis anterior, el informe muestra que el actual mix de cultivos energéticos no es favorable al medio ambiente. El informe recomienda una mayor variedad de cultivos para reducir los impactos ambientales. En concreto, esto debería incluir cultivos perennes, que no se cosechan anualmente, como por ejemplo pastos energéticos o plantaciones de sauce de rotación corta. Esto mejoraría, en lugar de dañar, los “servicios a los ecosistemas” que proporcionan las tierras de labranza, tales como la prevención de inundaciones y la filtración de agua.

A menudo se considera la bioenergía como “neutra en carbono», pues se supone que el dióxido de carbono liberado en la combustión es compensado por el CO2 absorbido durante el crecimiento de las plantas. Sin embargo, según destaca el informe, el cambio en el uso de la tierra puede invalidar cualquier ahorro de gases de efecto invernadero derivado de la producción de biocombustibles basada en cultivos energéticos. La causa estaría en el desplazamiento de la producción agrícola hacia tierras no utilizadas anteriormente, lo que podría llevar a la conversión de bosques y sabanas en tierras de agricultura. Este cambio en el uso de la tierra tendría efectos negativos en la biodiversidad y aumentaría las emisiones de gases de efecto invernadero.

Hans Bruyninckx, director ejecutivo de la EEA, afirma que “la bioenergía es un componente importante de nuestro mix de energía renovable, ayudando a asegurar un suministro estable de energía. Pero este estudio destaca el hecho de que la biomasa forestal y las tierras productivas son recursos limitados, y parte del ‘capital natural’ europeo. Así que es esencial que consideremos cómo podemos utilizar los recursos existentes de forma eficiente antes que imponer demandas adicionales de tierra para la producción de energía”.

Explorar diferentes opciones

pellet procedente de biomasa forestal
Pellet de madera. Foto: Alternative Heat en Flickr

El informe desarrolla tres líneas diferentes con variables tecnológicas, económicas y políticas supuestas. Esto ayuda a explorar las diferentes opciones futuras, a fin de conocer los tipos de bioenergía que aprovechan los recursos de forma más eficiente y que tengan el menor impacto ambiental. Las principales conclusiones de este análisis son:

  • La EEA ha revisado su estimación de la producción potencial de bioenergía en la UE –publicado por primera vez en 2006–, reduciéndola aproximadamente un 40%. Esta revisión se debe a cambios en el conocimiento científico, el cambiante marco político de la UE y también a factores económicos.
  • La eficiencia de las diferentes tecnologías de conversión de biomasa en energía varían significativamente. Por ejemplo, la generación de electricidad mediante la combustión de biomasa pura tiene una eficiencia de aproximadamente 30-35%, mientras que la combustión del mismo material para producir calor supera el 85%. Por otro lado, el uso de la bioenergía para generar electricidad y calor es una forma mucho más eficiente de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que su aplicación como combustible para el transporte.
  • Los diferentes sistemas de cultivos energéticos puede variar enormemente en su productividad, así como en sus impactos ambientales. Sistemas de alto rendimiento con una conversión eficiente pueden generar 20 veces más energía que sistemas ineficientes de bajo rendimiento utilizando la misma área de tierra.
  • La actual política bioenergética de la UE sólo tiene en cuenta parcialmente los potenciales efectos ambientales adversos ligados al uso directo de la tierra, incluyendo cambios en el ordenamiento y gestión del suelo. La implementación de políticas adicionales podrían ayudar a reducir estos impactos ambientales, particularmente en lo que respecta a los recursos hídricos y la biodiversidad de las tierras de labranza.
  • Los países con mayor potencial bioenergético estimado en 2020 son Francia, Alemania, España, Italia, Polonia y Rumania.
  • El uso extensivo de árboles maduros para fines energéticos puede tener un efecto negativo sobre el clima, debido al tiempo que tardan los árboles en volver a crecer y reabsorber el CO2 que se libera cuando su madera se utiliza para generar energía. Esta deuda de carbono no se plantea si se usan otros tipos de biomasa forestal en su lugar; por ejemplo, el aprovechamiento de ramas y restos de poda o los residuos de la producción de madera y papel.
  • El aprovechamiento de residuos orgánicos y restos forestales y agrícolas es un recurso más eficiente que muchos otros tipos de materias primas, ya que no aumenta la presión sobre los recursos de la tierra y el agua y ofrece un ahorro de gases de efecto invernadero muy alto.

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