Un estudio revela que cuando se superan determinados límites de concentración de partículas finas, los beneficios del ejercicio al aire libre disminuyen drásticamente.
La exposición prolongada al aire contaminado puede reducir significativamente los efectos positivos para la salud de la actividad física regular, según una nueva investigación realizada por un equipo internacional que incluía a expertos de la UCL (University College London).
El estudio, publicado en BMC Medicine, examinó la información de más de 1,5 millones de adultos que fueron monitoreados durante más de diez años en varios países, incluidos el Reino Unido, Taiwán, China, Dinamarca y los Estados Unidos.
Los investigadores descubrieron que las personas que vivían en zonas con una contaminación atmosférica considerable experimentaron una reducción notablemente menor del riesgo de muerte durante el período de estudio. Esto se aplicaba a las muertes por cualquier causa, así como a las causadas específicamente por cáncer y enfermedades cardíacas, aunque se seguían observando algunos beneficios del ejercicio.
Partículas finas y su impacto en el organismo
El equipo se centró en los niveles de partículas finas, o PM2,5, que son partículas extremadamente pequeñas de menos de 2,5 micrómetros de diámetro. Debido a su tamaño, pueden penetrar profundamente en los pulmones e incluso entrar en el torrente sanguíneo.
El análisis mostró que los beneficios del ejercicio disminuían drásticamente cuando los niveles medios anuales de PM2,5 alcanzaban los 25 microgramos por metro cúbico (μg/m3) o más. Casi la mitad (46%) de la población mundial vive en regiones donde la contaminación alcanza o supera este nivel.
El investigador principal, el profesor Po-Wen Ku, de la Universidad Nacional Chung Hsing de Taiwán, afirma que estos hallazgos «ponen de relieve que el ejercicio sigue siendo beneficioso incluso en entornos contaminados. Sin embargo, mejorar la calidad del aire puede potenciar en gran medida estos beneficios para la salud».
El coautor, el profesor Andrew Steptoe, del Departamento de Ciencias del Comportamiento y Salud de la UCL, asegura que el estudio «demuestra que el aire tóxico puede bloquear en cierta medida los beneficios del ejercicio, aunque no eliminarlos. Los hallazgos son una prueba más del daño que la contaminación por partículas finas puede causar a nuestra salud.
«Creemos que el aire limpio y la actividad física son importantes para un envejecimiento saludable, por lo que animamos a realizar mayores esfuerzos para reducir los niveles de contaminación perjudiciales para la salud», añade Steptoe.
Patrones de riesgo
Para llevar a cabo la investigación, el equipo combinó datos de siete estudios existentes, tres de los cuales no se habían publicado anteriormente. Incluían datos resumidos y, en el caso de tres estudios, un nuevo análisis de los registros individuales de los participantes.
En todos los estudios, los adultos que completaban al menos dos horas y media de ejercicio moderado o vigoroso cada semana tenían un riesgo de muerte un 30% menor durante el periodo de estudio en comparación con las personas que no alcanzaban este nivel de actividad.
En el caso de las personas muy activas que vivían en zonas donde la contaminación por PM2,5 superaba los 25 μg/m3, este efecto protector se reducía a solo un 12-15 %.
Cuando los niveles de contaminación superaban los 35 μg/m3, los beneficios del ejercicio se reducían aún más, especialmente en el caso de las muertes relacionadas con el cáncer. En estas condiciones, los efectos protectores ya no eran tan fuertes. Aproximadamente el 36% de la población mundial vive en lugares donde los promedios anuales de PM2,5 superan los 35 μg/m3.
La coautora, la profesora Paola Zaninotto, del Departamento de Epidemiología y Salud Pública de la UCL, asegura que «no queremos disuadir a la gente de hacer ejercicio al aire libre. Comprobar la calidad del aire, elegir rutas más limpias o reducir la intensidad en los días de mayor contaminación puede ayudarle a obtener los máximos beneficios para la salud de su ejercicio».
Limitaciones del estudio y contexto más amplio
Los autores señalaron varias limitaciones. La mayoría de los datos procedían de países con ingresos altos, por lo que las conclusiones pueden no ser totalmente aplicables a las regiones con ingresos bajos, donde los niveles de contaminación suelen ser mucho más elevados, superando en ocasiones los 50 μg/m3. Entre la información adicional que faltaba se encontraba la calidad del aire interior y los detalles sobre la dieta de los participantes.
A pesar de estas lagunas, la investigación tuvo en cuenta muchas otras variables, como los ingresos, la educación, los hábitos de tabaquismo y si los participantes padecían enfermedades crónicas.








