Un estudio de Cerulogy para Transport & Environment revela que la producción mundial de biocombustibles genera un 16% más de emisiones que los combustibles fósiles a los que sustituye, mientras ocupa tierras que podrían alimentar a 1.300 millones de personas.
La producción global de biocombustibles, promovida durante años como una alternativa limpia al petróleo, podría estar agravando la crisis climática. Así lo sostiene un nuevo informe de la consultora Cerulogy para la organización Transport & Environment (T&E), que concluye que los biocombustibles emiten un 16% más de CO₂ que los combustibles fósiles a los que sustituyen, debido al impacto indirecto de la agricultura y la deforestación.
Actualmente, los cultivos destinados a biocombustibles ocupan 32 millones de hectáreas de tierra, una superficie similar a la de Italia, para cubrir apenas el 4% de la demanda energética mundial del transporte. Según las previsiones del estudio, esta cifra aumentará un 60% hasta 2030, alcanzando 52 millones de hectáreas, equivalentes al tamaño de Francia. En ese momento, la superficie utilizada para producir biocombustibles sería la sexta mayor del planeta en términos de uso agrícola.
Además del impacto en el suelo, los biocombustibles consumen recursos esenciales como el agua. T&E estima que conducir 100 kilómetros con biocombustible requiere unos 3.000 litros de agua, mientras que la misma distancia recorrida con un vehículo eléctrico alimentado por energía solar apenas necesitaría 20 litros. La organización advierte de que esta tendencia puede agravar la presión sobre los recursos hídricos en un contexto de cambio climático.
“Los biocombustibles son una solución climática equivocada y un despilfarro de tierra, alimentos y subsidios”, afirma Cian Delaney, responsable de la campaña de biocombustibles en T&E. “Asegurar un equilibrio sostenible entre agricultura y naturaleza es esencial para afrontar la crisis climática, y quemar cultivos como combustible solo nos aleja de ese objetivo. Usar el 3% de las tierras dedicadas hoy a biocombustibles para instalar paneles solares produciría la misma energía, dejando espacio para la alimentación y la restauración de ecosistemas”, añade.
El estudio también subraya que, pese a que los biocombustibles avanzados y de residuos se promocionan cada vez más como soluciones más limpias, el 90% de la producción mundial de biocombustibles sigue dependiendo de cultivos alimentarios, como maíz, caña de azúcar o remolacha azucarera. Solo en 2023, la industria consumió 150 millones de toneladas de maíz y 120 millones de toneladas de caña de azúcar, además del equivalente a 100 millones de botellas de aceite vegetal al día. En conjunto, estos recursos podrían satisfacer las necesidades calóricas mínimas de hasta 1.300 millones de personas.
T&E alerta de que el crecimiento del sector está especialmente concentrado en países como Brasil, que ha suspendido recientemente su moratoria sobre la soja, una medida clave para proteger la Amazonia. También Canadá e India prevén incrementar su producción de biocombustibles en los próximos años.
Con la demanda prevista para aumentar al menos un 40% de aquí a 2030, T&E insta a los líderes mundiales que se reunirán el próximo mes de noviembre en Brasil durante la COP30 a frenar la expansión de una alternativa energética que, según el informe, “hace más daño que bien”. En su lugar, la organización aboga por destinar los fondos públicos a la electrificación inteligente, la eficiencia energética y las verdaderas energías renovables.