El estudio de la ETH Zurich revela que aproximadamente la mitad del aumento de la temperatura media en 2023 puede explicarse por las emisiones de las denominadas carbon majors, las 180 mayores productoras de combustibles fósiles y cemento del mundo.

Relacionan las olas de calor con la industria del petróleo y el cemento

El verano pasado, Europa y el Mediterráneo sufrieron temperaturas sin precedentes. Junio trajo consigo olas de calor sin parangón en gran parte del continente; en julio, la región mediterránea superó ampliamente los 40 °C, afectando tanto a residentes como a turistas; y en agosto, bosques resecos ardieron con facilidad, con especial incidencia en España. Estas escenas no fueron aisladas: en todo el mundo, los récords de calor extremo se acumulan, con graves consecuencias para la salud y la economía.

Ahora, la ciencia respalda la percepción de que las olas de calor actuales superan en magnitud y frecuencia a las de generaciones anteriores. Un estudio dirigido por la profesora Sonia Seneviratne, de la ETH de Zúrich, y publicado en Nature, documenta cómo el cambio climático inducido por el ser humano ha incrementado la intensidad y recurrencia de más de 200 olas de calor en las últimas dos décadas.

El equipo analizó 213 episodios de calor extremo ocurridos entre 2000 y 2023 en todos los continentes, seleccionados por su relevancia social y económica, ya fuese por víctimas, daños económicos o llamadas a la ayuda internacional. Pese a la escasez de datos de África y Sudamérica, la tendencia resultó clara: el calentamiento global multiplicó por 20 la probabilidad de olas de calor entre 2000 y 2009, y hasta por 200 entre 2010 y 2019, en comparación con el periodo preindustrial (1850–1900).

“El cambio climático ha hecho que cada una de estas olas de calor sea más probable e intensa, y la situación ha empeorado con el tiempo”, subraya Yann Quilcaille, autor principal del estudio.

La responsabilidad de los “carbon majors”

Más allá del fenómeno físico, los investigadores evaluaron quiénes están detrás de este agravamiento. Analizaron las emisiones de las 180 mayores productoras de combustibles fósiles y cemento, conocidas como carbon majors. Estas compañías son responsables del 60 % de las emisiones acumuladas de CO₂ desde 1850, mientras que el resto se atribuye principalmente a cambios en el uso del suelo.

Al excluir las emisiones de cada empresa en modelos climáticos, los investigadores pudieron calcular cuánto contribuyó cada entidad al aumento de la temperatura global y, por extensión, a la intensidad y probabilidad de las olas de calor. Según Quilcaille, “para cada ola de calor calculamos cómo el cambio climático afectó su intensidad y probabilidad, identificando tanto el impacto individual de cada empresa como los efectos combinados de otros factores humanos y naturales”.

Los resultados son reveladores: aproximadamente la mitad del aumento de la temperatura media en 2023 puede explicarse por las emisiones de los carbon majors. Catorce de estas 180 entidades destacan especialmente, al haber contribuido tanto como las 166 restantes en conjunto. Entre ellas figuran productores estatales y privados del espacio postsoviético, así como China —por su producción de carbón—, y grandes exportadores de hidrocarburos como Saudi Aramco, Gazprom y ExxonMobil.

Incluso los actores más pequeños cuentan: el productor ruso Elgaugol, el de menor peso en la lista, estaría vinculado a unas 16 olas de calor. Por su parte, cada uno de los 14 principales carbon majors ha contribuido a más de 50 episodios que habrían sido prácticamente imposibles sin cambio climático.

Importancia jurídica y política

La investigación también apunta a la dimensión ética y política del problema. Aunque cada persona, país o empresa tiene parte de responsabilidad, las corporaciones de combustibles fósiles y cemento cuentan con un peso especial: “Han antepuesto sus intereses económicos, a pesar de saber desde los años ochenta que la quema de combustibles fósiles provocaría calentamiento global”, señala Quilcaille. Según el estudio, estas empresas han sostenido sus negocios mediante desinformación estratégica y un intenso trabajo de lobby.

Los autores ven en sus resultados un aporte no solo científico, sino también jurídico y político. La atribución de eventos extremos a actores concretos puede sentar las bases para aplicar con mayor rigor el principio de “quien contamina paga”, evaluando daños por olas de calor con criterios de responsabilidad diferenciada.

Investigar otros fenómenos extremos

Este trabajo representa la primera vez que se analizan de forma sistemática múltiples olas de calor en relación con emisores específicos. A partir de ahora, el equipo de Seneviratne planea ampliar el enfoque a otros fenómenos extremos —lluvias torrenciales, sequías o incendios— con el fin de trazar el impacto de actores concretos y proporcionar información sólida a responsables políticos y jurídicos.

“Estamos en un punto en el que reconocemos las graves consecuencias de los fenómenos extremos para economías y sociedades: muertes por calor, pérdidas agrícolas y mucho más. La ciudadanía quiere saber quiénes han contribuido a estos desastres”, concluye Quilcaille.

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