Antonio Aloisi.
Associate Professor of European and comparative Labour Law.
IE University.
El uso habitual de la expresión transición gemela evoca la idea de que las transiciones ecológica y digital, aunque distintas, comparten notables similitudes.
En la cartera de Teresa Ribera Rodríguez, vicepresidenta ejecutiva para una “transición limpia, justa y competitiva”, el futuro de la Unión Europea (UE) se concibe como una sinergia de sostenibilidad ecológica, innovación tecnológica y justicia social.
¿Demasiado bueno para ser verdad? No necesariamente. La lógica que sustenta este trío tiene como objetivo abordar los desafíos y aprovechar las oportunidades en la sociedad moderna, que se está viendo significativamente perturbada por las tensiones geopolíticas, la automatización digital (junto con sus riesgos asociados) y la crisis climática.
Si bien la necesidad de las transiciones ecológica y digital es innegable, agruparlas (“hermanamiento”, usando los términos de la UE), hace que sea muy difícil disipar las incertidumbres.
Pero siguen pendientes cuestiones fundamentales. ¿Cómo pueden los responsables políticos garantizar que estas transiciones sean justas, se refuercen mutuamente y creen un futuro que beneficie a todos? ¿Ofrece esta integración un valor real o es sólo palabrería retórica? ¿Está la UE en condiciones de encabezar la creación de un nuevo modelo de desarrollo sostenible?
¿Transiciones gemelas o simplemente hermanas?
El término “transición justa” se reconoció en el preámbulo del Acuerdo de París de 2015, que destacó “los imperativos de una transición justa de la fuerza laboral y la creación de trabajo decente y empleos de calidad”. Se reiteró en la Conferencia Internacional del Trabajo de 2023, y ahora también está ganando fuerza en el mundo académico.
En la UE, la transición “gemela” ecológica y digital se presentó como una prioridad central en el programa de trabajo de la Comisión para 2020. Aunque una búsqueda rápida en internet revela que el término se ha utilizado al menos durante la última década, no está claro si se refiere a dos procesos simultáneos o a una relación más sinérgica entre ellos.
La palabra gemelo evoca la idea de que las transiciones ecológica y digital, aunque distintas, comparten notables similitudes. Para el ciudadano europeo medio, esto es más evidente en el lugar de trabajo.
Las transformaciones digitales están creando miles de nuevos puestos de trabajo y también están cambiando rápidamente nuestra forma de trabajar: agilizan los procesos existentes y automatizan muchas tareas hasta ahora manuales o cognitivas. Del mismo modo, las iniciativas medioambientales están impulsando la demanda de nuevas habilidades y empleos en las industrias ecológicas, al tiempo que dejan obsoletas algunas prácticas antiguas (como la minería del carbón y la extracción de combustibles fósiles).
Ambas áreas también entrañan peligros. Estas transiciones corren el riesgo de exacerbar o afianzar las desigualdades geográficas, de género y sectoriales.
También hay diferencias. Al igual que los gemelos fraternos que pueden no parecerse, estas transiciones tienen características distintas que las diferencian.
En esencia, cada transición está impulsada por fuerzas muy diferentes. La transición ecológica está dirigida principalmente por gobiernos e instituciones supranacionales, con objetivos medioambientales específicos y con el objetivo de reformar las normas sociales y las prácticas industriales. En cambio, la transición digital está dirigida principalmente por el sector privado, aunque también cuenta con el apoyo de iniciativas e incentivos públicos.
Otra diferencia clave radica en sus objetivos. La transición ecológica desafía a los ciudadanos y a las empresas a repensar o reducir el consumo, y por lo tanto presenta un desafío a la economía consumista y orientada al crecimiento. Sin embargo, la transición digital tira en la dirección opuesta: exige la producción de nuevos dispositivos y tecnologías para aumentar la eficiencia dentro de los límites de nuestro modelo económico actual.
Además, funcionan a velocidades diferentes. El progreso de la transición ecológica también ha sido lento, obstaculizado por la resistencia, el rechazo y la oposición ideológica. Mientras tanto, el cambio digital avanza rápidamente, impulsado por las fuerzas del mercado.
¿Son compatibles las transiciones?
El debate sobre su compatibilidad es aún más rico. Muchos ven la transición digital como potencialmente vital para alcanzar los objetivos de cero emisiones netas, pero algunos expertos han destacado que “no es automático ni evidente” que la transición doble nos permita perseguir la sostenibilidad al tiempo que protegemos a los trabajadores y creamos empleos de calidad.
Los ejemplos abundan. Algunos objetivos medioambientales implicarán reducir el uso y la producción de tecnología, lo que podría ralentizar el progreso digital en varios sectores. Las iniciativas ecológicas también podrían frenar el crecimiento económico en sectores como la energía, la industria manufacturera y la agricultura, lo que afectaría principalmente a los empleos manuales, mientras que los esfuerzos para redistribuir la riqueza a fin de aliviar las disparidades económicas podrían desviar la financiación de las inversiones medioambientales.
El medio ambiente en sí mismo también es un factor. Las herramientas digitales requieren grandes cantidades de energía y recursos, tanto para alimentar como para refrigerar sus vastas infraestructuras, por no mencionar el uso de agua y los residuos materiales generados por la rápida obsolescencia tecnológica.
Además, aunque las tecnologías digitales prometen eficiencia y conectividad, su expansión descontrolada puede intensificar la extracción de recursos para la electrónica y profundizar las jerarquías disfuncionales, todo ello a la vez que plantea graves riesgos para el bienestar y los derechos fundamentales en el trabajo.
No es sólo jerga
Un nuevo informe del Joint Research Centre de la UE ha reconocido que los términos transición “gemela” y “justa” han sido, hasta ahora, en gran medida un recurso discursivo en lugar de un marco global que guíe la política. Sin embargo, la interacción entre las transiciones es más que una cuestión de terminología: es lo que dicta las acciones regulatorias, las estrategias de adaptación y las implementaciones prácticas.
Tanto la transición ecológica como la digital se desarrollan dentro de una densa red de principios, instituciones y regulaciones legales. Esta complejidad presenta una oportunidad única para examinar la forma en que la política de la UE impacta a las personas dentro y fuera del continente, particularmente a la luz de los riesgos socioeconómicos, las disyuntivas políticas y las implicaciones para el futuro del trabajo.
Al recurrir a conceptos como combinaciones de políticas, la UE puede abordar de forma ambiciosa y simultánea los derechos medioambientales y digitales de los trabajadores, concretamente integrándolos en los marcos de la legislación laboral.
Proteger y promover empleos de calidad es la única manera de conseguir el apoyo de los ciudadanos de la UE, y la regulación puede servir como el tejido conectivo que une las transiciones ecológica y digital. Si se hace bien, podría modernizar realmente el trabajo, creando un futuro más justo y sostenible que no deje a nadie atrás.
Fuente:
The Conversation