José Ramón Beltrán Blázquez

Profesor Titular de Universidad
Universidad de Zaragoza

En una economía circular, una especificación para cualquier diseño es que los materiales vuelvan a entrar en la cadena de valor al final de su uso.

La basura es un problema de diseño
Foto: Muhammad Amdad Hossain en pexels

No hay nada que hacer con una bolsa de patatas fritas después de comernos su contenido. Para muchos productos del mercado como este no hay un camino de retorno después de su uso. Estos envases de plástico flexible multimaterial no pueden reutilizarse, reciclarse o convertirse en abono, por lo que acaban siendo residuos y llenan los vertederos. Pasa lo mismo con la ropa, las cápsulas de café o los envases de tetra brik. En este tipo de productos, los residuos están incorporados. Están diseñados para ser desechables y tirarlos a la basura.

Aunque a veces parece que los residuos son inevitables en ciertas situaciones, en realidad son el resultado de las decisiones de diseño. No hay residuos en la naturaleza, es un concepto introducido por los humanos.

Desde productos muy pequeños y de uso muy breve, como los paquetes de patatas fritas, hasta las estructuras aparentemente permanentes, como los edificios y las carreteras, la economía está llena de cosas que se han diseñado sin preguntar: ¿qué pasa con todo esto al final de su vida útil? ¿Podemos evitar generar tanta basura? ¿Es la basura un error de diseño? Puedo adelantar la respuesta: sí.

Economía lineal frente a economía circular

La Fundación Ellen MacArthur nos indica que, en la economía actual, las personas tomamos los materiales de la Tierra, hacemos productos con ellos y los tiramos como residuos. Este proceso es lineal.

En una economía circular el primer trabajo a realizar es dejar de producir residuos. Por tanto, la economía circular se propone como un sistema que busca soluciones globales a los retos globales actuales, como son el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y los residuos y la contaminación.

En este sentido, la economía circular se basa en tres principios impulsados por el diseño: eliminar los residuos y la contaminación, hacer circular los productos y materiales (manteniendo su máximo valor posible) y regenerar la naturaleza. Debemos transformar cada elemento de la cadena lineal tomar-hacer-tirar; sólo así se podrá crear una economía circular próspera que pueda beneficiar a todos.

Estrategia Española de Economía Circular

Desde este punto de vista se plantea la Estrategia Española de Economía Circular. Sólo en España se necesita actualmente una superficie dos veces y media mayor de la disponible para abastecer las necesidades de la economía.

Con una población global estimada de 9 100 millones de habitantes en 2050, harían falta casi tres planetas Tierra para proporcionar los recursos naturales necesarios para mantener los modos de vida actuales. Estas cifras en sí mismas justifican la necesidad de establecer nuevos modelos de producción y consumo.

La Estrategia Española de Economía Circular establece una serie de objetivos:

  • Reducir en un 30 % el consumo nacional de materiales en relación con el PIB, tomando como año de referencia el 2010.
  • Reducir la generación de residuos un 15 % respecto de lo generado en 2010.
  • Reducir la generación de residuos de alimentos en toda cadena alimentaria: 50 % de reducción per cápita a nivel de hogar y consumo minorista y un 20 % en las cadenas de producción y suministro a partir del año 2020, contribuyendo así a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
  • Incrementar la reutilización y preparación para la reutilización hasta llegar al 10 % de los residuos municipales generados.
  • Reducir la emisión de gases de efecto invernadero por debajo de los 10 millones de toneladas de CO₂eq.
  • Mejorar un 10 % la eficiencia en el uso del agua.

Recursos desaprovechados

Según Eurostat, en Europa se generaron 2 168 millones de toneladas de residuos en el 2018. De ellos, se reciclaron 822 millones de toneladas, 14,36 millones de toneladas fueron incinerados y 834,21 millones de toneladas acabaron en vertederos.

Ese mismo año, se generaron en España unos 121,96 millones de toneladas de residuos. De estas, se reciclaron 47,25 millones de toneladas, 15,6 millones de toneladas fueron incineradas y 58,8 millones de toneladas acabaron en vertederos. En España se reciclan únicamente el 36,4 % de los residuos municipales que se producen.

Esto lleva a la conclusión de que estamos desaprovechando una gran cantidad de recursos en un contexto de encarecimiento constante de materias primas y de crisis energética.

Pero la gestión de los residuos por sí sola no es la solución al problema. Es necesario implantar un enfoque de ciclo de vida para los productos con la incorporación de criterios de ecodiseño, reduciendo la introducción de sustancias nocivas en su fabricación, facilitando la reparabilidad de los bienes producidos y su reutilización, prolongando su vida útil y posibilitando su valorización al final de esta. En definitiva, manteniendo el valor de los productos, materiales y recursos en la economía el mayor tiempo posible.

El problema (y la solución) empieza con el diseño

Si cambiamos nuestra mentalidad, podemos pensar que los residuos son un error de diseño. En una economía circular, una especificación para cualquier diseño es que los materiales vuelvan a entrar en la cadena de valor al final de su uso. De este modo, convertimos el sistema lineal de tomar-hacer-tirar en un sistema circular en el que el producto se incorpora de nuevo en diferentes fases de consumo, desde la reutilización hasta el reciclado.

Muchos productos podrían ser circulares manteniéndose, compartiéndose, reutilizándose, reparándose, renovándose, refabricándose y, como último recurso, reciclándose. Los alimentos y otros materiales biológicos que se pueden devolver a la naturaleza pueden regenerar la tierra, alimentando la producción de nuevos alimentos y materiales.

Con un adecuado diseño inicial de los productos podemos:

  • Reusarlos. De este modo se amplía el tiempo de uso de un producto o material. Esto puede significar ofrecer un producto como servicio, como en los programas de uso compartido de coches.
  • Reformarlos. Se diseña un producto para que pueda repararse o mejorarse fácilmente y así prolongar su uso.
  • Remanufacturarlos. El producto vuelve al fabricante después de su uso para que se le sustituyan los componentes necesarios antes de volver a salir al mercado
  • Reciclarlos. Se diseña un producto fabricado con materiales puros, estandarizados para ser reciclados y devueltos a su estado natural.

En esencia, una economía circular significa que los productos ya no tienen un ciclo de vida con principio, medio y fin. Por lo tanto, aportan menos residuos y pueden realmente añadir valor a su ecosistema. Cuando los materiales dejan de utilizarse, vuelven a un ciclo útil, de ahí la economía circular.

Por tanto, centrándonos en el diseño, podemos eliminar el concepto de residuo y de basura y aceptar la economía circular como la mejor forma de avanzar en el diseño, la fabricación y la reelaboración de los productos. La basura es un error de diseño y debemos abordar este problema con urgencia.

Fuente:
The Conversation

The Conversation

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