Una investigación de la Universidad de Utrecht muestra que las estrategias de economía circular de Ámsterdam, Copenhague y Glasgow se centran principalmente en la competitividad económica y la innovación tecnológica, especialmente en el sector de la gestión de residuos, y no promueven adecuadamente la igualdad social y la protección del medio ambiente.

Las estrategias urbanas de economía circular se centran sobre todo en el desarrollo económico
Imagen de una calle de Glasgow, una de las ciudades analizadas en el estudio. Foto de Artur Kraft en Unsplash

El concepto de economía circular se ha convertido en los últimos años en un discurso central para abordar los retos de sostenibilidad del mundo actual. El planteamiento propone crear un sistema en el que los recursos circulen, se compartan, se reutilicen, se restauren, se redistribuyan y se reciclen de forma sostenible y democrática para reducir nuestra huella ecológica global y, al mismo tiempo, satisfacer las necesidades de recursos de todos.

Las ciudades desempeñan un papel fundamental en la consecución de una economía circular. Consumen el 80% de los recursos naturales mundiales, producen la mitad de los residuos del mundo, tres cuartas partes de las emisiones de gases de efecto invernadero y son responsables de alrededor del 80% del PIB mundial. Muchas ciudades de todo el mundo están dando pasos hacia esta transición. La Estrategia Circular de Ámsterdam 2020-2025, por ejemplo, pretende reducir a la mitad el uso de nuevas materias primas para 2030 y convertirse en una ciudad totalmente circular para 2050.

Ahora, un estudio reciente de la Universidad de Utrecht, en Países Bajos, publicado en la revista Journal Local Environment, ha analizado las estrategias de economía circular de tres ciudades europeas que están a la cabeza de la transición circular: Ámsterdam (Países Bajos), Copenhague (Dinamarca) y Glasgow (Escocia). En él se constata que, en estas ciudades, las políticas circulares se utilizan principalmente como una forma de impulsar el crecimiento económico en los sectores de la gestión y la recuperación de residuos, sin alterar las industrias insostenibles ni adoptar medidas lo suficientemente contundentes como para reducir de forma sistémica las injusticias sociales y medioambientales.

«El crecimiento económico se persigue como una meta y un objetivo social positivo», afirma Martín Calisto Friant, que dirigió el estudio como parte de su doctorado en el Instituto Copérnico de Desarrollo Sostenible de la Universidad de Utrecht. «Pero el crecimiento está intrínsecamente ligado al consumo de energía y materiales, y las tecnologías de reciclado y recuperación sólo pueden suministrar una fracción de las materias primas necesarias en una economía en continuo crecimiento».

Demasiado centradas en el crecimiento económico

En abril de 2020, Ámsterdam saltó a los titulares internacionales por ser el primer municipio del mundo en adoptar el «modelo del donut», que prevé una ciudad circular que garantice una buena vida para todos dentro de los límites planetarios. «Nuestra investigación demuestra que el enfoque de Ámsterdam es holístico solo sobre el papel», afirma el coautor del estudio Walter Vermeulen, también del Instituto Copérnico.

Los autores sostienen que, al no distribuir la riqueza, el poder y la propiedad entre los que se exceden en el reparto de los recursos planetarios y los que se quedan cortos, Ámsterdam y las otras dos ciudades del estudio no cambiarán fundamentalmente las desiguales relaciones sociales. «Por el contrario, las políticas sociales están vinculadas a la búsqueda del crecimiento económico, lo que no hará sino agravar nuestras crisis sociales y ecológicas interrelacionadas», prosigue Vermeulen.

Mejores estrategias circulares

¿Cómo pueden las ciudades mejorar sus estrategias circulares? Para garantizar la justicia social, los investigadores proponen una serie de políticas. Por ejemplo, las ciudades deberían fomentar políticas circulares que redistribuyan el parque inmobiliario no utilizado y promuevan las cooperativas sin ánimo de lucro. «Esto podría significar introducir impuestos sobre la especulación y las propiedades vacías, o ayudar a las cooperativas dándoles prioridad en las prácticas de contratación pública», dice Calisto Friant.

Para mejorar los resultados ecológicos, los investigadores insisten en el desarrollo de barrios compactos y multifuncionales. Las ciudades compactas que ofrecen una serie de comodidades y servicios a poca distancia a pie o en bicicleta reducen la necesidad de desplazarse en coche y evitan la invasión de zonas naturales. «Esto debe ir de la mano de políticas que conserven y restauren la biodiversidad, y promuevan la equidad en el acceso a infraestructuras sociales y medioambientales clave como museos, centros comunitarios, escuelas, parques y espacios verdes», afirma Calisto Friant.

Por último, los autores proponen políticas que garanticen la legitimidad política y la equidad. «Las ciudades deben democratizar la toma de decisiones», afirma Calisto Friant. «Los procesos presupuestarios participativos y las asambleas deliberativas, por ejemplo, pueden garantizar que la transición hacia la circularidad se lleve a cabo de forma inclusiva».

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