La menor atención mediática, un estilo de vida acelerado y la falta de alternativas son algunas de las causas que explican la caída de la implicación social para reducir el consumo de productos de plástico.

Cae la proecupación social por el plástico

Con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, que este año Naciones Unidas dedica a la lucha contra la contaminación por plásticos, ClicKoala y el Grupo de Investigación en Psicología Ambiental de la Universidad de Castilla-La Mancha han publicado un especial centrado en el descenso de la preocupación social por este problema. El análisis parte de los últimos datos de su encuesta anual sobre consumo sostenible en España. Esta sexta edición está basada en 2.000 entrevistas representativas y algunas de sus conclusiones son:

  • El plástico ya no preocupa como antes. Y eso también contamina. En 2019, el 67 % de la población española se declaraba muy preocupada por el exceso de plásticos, especialmente los de un solo uso. Hoy, esa cifra ha caído al 49 %. Una bajada de casi 20 puntos que refleja el desgaste de uno de los símbolos más visibles del compromiso ambiental, que ahora ha pasado a un segundo plano.
  • Del hábito al silencio. En 2019, 4 de cada 10 personas intentaban evitar productos con plásticos de un solo uso. Hoy, solo 3 de cada 10 mantienen ese gesto. ¿Por qué se ha perdido ese impulso? Una razón clave es que hemos dejado de hablar del tema. Cuando el plástico desaparece de redes, medios digitales y prensa online, también desaparece de nuestras prioridades. El estudio detecta una relación casi perfecta entre visibilidad e implicación. Si no está en la conversación, no está en nuestras decisiones.
  • Hablar del problema ayuda, pero facilitar la solución lo hace posible. Para cambiar hábitos, no basta con concienciar: hay que ofrecer alternativas claras al plástico, premiar lo reutilizable en comercios, eliminar barreras y respaldar a quienes ya actúan. Sin embargo, hay obstáculos que enfrían la implicación: la pérdida de atención mediática, el ritmo acelerado de la vida cotidiana y una idea que dejó huella tras la pandemia: asociar desechable con protección. Pero lo que entonces pareció sensato, hoy amenaza al medio ambiente. Y un dato resume el desafío: la ciudadanía se pone un 4,4 sobre 10 en conocimientos sobre residuos. Sin saber qué pasa con lo que tiramos, es difícil actuar.
  • Separar residuos en casa, la opción que más gusta: un 42 % de los españoles lo considera una “muy buena idea” y casi el 80 % lo aprueba. Es un hábito consolidado para la ciudadanía. En cambio, la idea de tirar toda la basura en un único cubo para separarla después genera rechazo. Pero esta victoria está amenazada por la desinformación: ideas como “todo se mezcla” o “reciclar no sirve” siguen circulando. No son mayoritarias, pero si no se desmienten, minan poco a poco la confianza en el sistema.
  • La historia no acaba en el contenedor. Hay que contar el resto. Visibilizar el “viaje de los residuos”, desde el contenedor hasta su tratamiento, conecta la acción cotidiana con sus consecuencias reales. Iniciativas como visitas a plantas de reciclaje, vídeos explicativos, campañas con datos locales, retos vecinales o sistemas de devolución con recompensa ayudan a fortalecer el compromiso. Cuanto más claro está el proceso, más fácil es sumarse.
  • A veces, no es la idea lo que falla, sino cómo se explica. Un mismo sistema puede generar reacciones opuestas según cómo se comunique. En el estudio se probó con el sistema de devolución de envases: cuando se presenta como “recuperas el importe al devolver el envase”, el 84 % lo apoya. Pero si se plantea como “pagas un extra por cada envase”, aunque luego se recupere, el respaldo baja al 60 %. La medida es exactamente la misma, pero cambia cómo se percibe.
  • Premiar funciona mejor que penalizar. Separar bien los residuos a cambio de alguna recompensa cuenta con un 81 % de apoyo. En cambio, propuestas como pagar más según la basura generada dividen: solo un 49 % las considera una buena idea. El apoyo crece cuando la medida se percibe como un beneficio, no como un posible castigo.

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