Un equipo de investigadores profundiza en los mecanismos biológicos que permiten a estos insectos procesar el plástico, los efectos sobre su salud y su potencial como herramienta de biorremediación.

Orugas pueden devorar una bolsa de plástico en 24 horas

Los plásticos son esenciales en la vida moderna, pero su resistencia a la biodegradación dificulta enormemente su gestión como residuo. Una nueva investigación revela que ciertas orugas, conocidas como “plastívoras”, pueden degradar bolsas de polietileno en apenas un día y transformar el material en grasa corporal. La pregunta es: ¿a qué precio?

En 2017, una investigadora del CSIC descubrió que las larvas de la polilla de la cera (Galleria mellonella), comúnmente llamadas gusanos de cera, eran capaces de degradar plásticos. El polietileno, el más producido a nivel mundial —con más de 100 millones de toneladas anuales—, es especialmente resistente y puede tardar décadas o incluso siglos en descomponerse de forma natural.

Ahora, un equipo liderado por el profesor Bryan Cassone, del Departamento de Biología de la Brandon University (Canadá), profundiza en los mecanismos biológicos que permiten a estos insectos procesar el plástico, los efectos sobre su salud y su potencial como herramienta de biorremediación.

Según Cassone, unas 2.000 orugas pueden descomponer una bolsa de polietileno en 24 horas, aunque el número se reduciría si se añadieran azúcares u otros estimulantes a su dieta. El estudio muestra que los gusanos metabolizan el plástico y lo convierten en lípidos que almacenan como grasa corporal, de manera similar a cómo los humanos acumulamos grasas saturadas y no saturadas.

El problema: una dieta exclusiva de plástico resulta letal. Los gusanos de cera pierden peso y mueren en pocos días. No obstante, el equipo confía en que la suplementación con otros nutrientes pueda no solo restaurar su salud, sino incluso mejorarla respecto a los niveles naturales.

Dos vías de aprovechamiento

Los investigadores vislumbran dos posibles aplicaciones de este fenómeno: Por un lado, la cría masiva de gusanos de cera alimentados con polietileno suplementado, dentro de un modelo de economía circular. Por otra parte, valoran la recreación del proceso de biodegradación fuera del organismo, mediante ingeniería biológica.

Además, la producción a gran escala de estas orugas podría generar biomasa de insectos como subproducto, con potencial para convertirse en un ingrediente nutritivo en la acuicultura.

Los resultados preliminares de esta investigación se presentaron el pasado 8 de julio en la Conferencia Anual de la Society for Experimental Biology en Amberes, Bélgica.

Mientras el mundo busca soluciones al desafío global de los residuos plásticos, estas pequeñas orugas ofrecen una alternativa prometedora, aunque todavía limitada, para transformar un problema ambiental en una oportunidad de innovación.

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