Jordi Diaz Marcos.
Profesor departamento materiales y microscopista.
Universitat de Barcelona.
Si queremos tener un equilibrio respecto al uso responsable de los plásticos, debemos repensar fundamentalmente la forma en que los fabricamos, usamos y reutilizamos.
En apenas 70 años, hemos pasado de producir dos toneladas de plástico al año (en 1950) a más de cuatrocientas (en 2022). Además, estas cifras se han acelerado en el siglo XXI. Desde el año 2000, se ha fabricado más de la mitad de la cantidad total de plástico existente. Si seguimos esta progresión, se espera que para el 2050 la producción se acerque a los 1.500 millones de toneladas.
De esta enorme cantidad total de plásticos, se recicla menos de un 20 %. Está claro que a los grandes beneficios del plástico les acompaña una terrible mochila: la contaminación ambiental asociada, que cada día es más grande.
¿Y si con una varita pudiéramos eliminar los plásticos?
A pesar de que existe un amplio debate crítico sobre los plásticos, si nos queremos plantear de forma seria, sin demagogia, su sustitución, hemos de implicar a otros materiales como el vidrio, el metal, la madera o la cerámica. Estas alternativas, aunque útiles, presentan desafíos significativos.
En primer lugar, son materiales más pesados, lo que implica costes energéticos más altos. Por ejemplo, una botella de vidrio de un litro puede pesar hasta veinte veces más que una de igual capacidad de plástico.
Por otra parte, ¿qué sería de la deforestación de los bosques si la madera sustituyera a los plásticos y se utilizara de forma masiva? ¿Qué residuos se generarían por la producción masiva de vidrios y metales? Además, producirían residuos de difícil postprocesado y reciclado. La suma de todos estos factores implicaría un impacto muy pernicioso para nuestro planeta.
El caso de los hospitales
Los plásticos han transformado de forma irreversible nuestras vidas, pero su ausencia cambiaría radicalmente nuestra sociedad. Es, por lo tanto, crucial su uso responsable y el desarrollo de alternativas sostenibles para asegurar un futuro más limpio y saludable.
Así, sectores como la medicina o la automoción han evolucionado de una manera exponencial gracias al desarrollo de los plásticos. A todos los críticos de este material, que ven viable su sustitución, les preguntaría: ¿cómo gestionarían un hospital sin plástico? ¿De qué material fabricarían los guantes, tubos, jeringas o las bolsas de sangre y suero? ¿Qué implicaciones tendría la ausencia de plásticos en la seguridad y la higiene en los hospitales?
Es lícito y realista plantear, eso sí, que el plástico de un solo uso se utiliza en exceso en los centros sanitarios. Por ejemplo, un estudio en un hospital del Reino Unido demostró que una simple operación de amigdalitis generaba más de un centenar de piezas separadas de residuos de plástico.
En este momento, el plástico es esencial e insustituible en medicina; sin él se perderían muchas vidas.
¿Irremplazable o usado en exceso?
No solo el sector médico depende del plástico, otros también demandarían soluciones si este se eliminara. Desde el sector alimentario al de servicios o el tecnológico, plantearían preguntas tan básicas como: ¿podríamos mantener el ritmo frenético de crecimiento de dispositivos electrónicos en la sociedad actual? ¿Qué sería de las nuevas tecnologías?
La afirmación de que, sin plástico, nuestro sistema alimentario se desmoronaría es arriesgada, pero bastante realista. ¿Qué tipo de envases tendríamos? ¿Podríamos mantener igual de frescos y seguros los alimentos? ¿Podríamos garantizar el abastecimiento de comida a todos los confines del planeta?
¿Podemos entonces convivir sin plásticos? La respuesta es no, pero esto no es óbice para observar cómo el crecimiento desmesurado e insostenible de su utilización plantea un problema de difícil solución: la contaminación plástica.
La nanotecnología entra en acción
Si queremos tener un equilibrio respecto al uso responsable de los plásticos, debemos repensar fundamentalmente la forma en que los fabricamos, usamos y reutilizamos, para que no se conviertan únicamente en residuos sin uso. La economía circular puede ser un enfoque interesante para lograr este objetivo.
Es aquí donde entran en juego nuevos avances, como la nanotecnología diseñada para detectar cambios microbianos o bioquímicos en los alimentos. En este contexto, diversos equipos de investigación trabajan en “embalajes inteligentes”, que nos proporcionará información sobre el producto que contiene.
También será clave en el futuro la mejora de las técnicas de reciclaje y la apuesta decidida por el reciclaje químico, donde los residuos poliméricos cambian su estructura química para ser utilizados como materia prima en la fabricación de nuevos plásticos. Un enfoque totalmente ajustado a la economía circular. A pesar de sus beneficios, aquí todavía debemos superar ciertas barreras, como las energéticas y las de rendimiento en comparación con el reciclado mecánico.
Cambio de hábitos
Un mundo sin plásticos no es posible, pero un mundo con el actual consumo de ellos, tampoco. Así, una llamada a la acción para poner fin a nuestra dependencia de los plásticos debe ir acompañada de pasos claros y tangibles, con una comprensión de las implicaciones de nuestras elecciones.
Si queremos transitar hacia una economía circular, solo queda alejarnos del modelo actual de “consumir, fabricar, desechar”. Debemos rediseñar productos para que sean más duraderos, reutilizables, reparables y reciclables. ¿Estamos preparados para cambiar nuestros hábitos? La respuesta a esta pregunta marcará nuestro futuro con o sin plásticos.
Fuente:
The Conversation