Aunque la incineración a alta temperatura se mantiene como la única solución probada para eliminar estos químicos eternos a gran escala, un análisis reciente advierte de sus limitaciones y señala la necesidad de explorar enfoques combinados con nuevas tecnologías más sostenibles.

Incineración a alta temperatura para eliminar PFAS
Horno de incineración de residuos. Foto: RESIDUOS PROFESIONAL

Un informe reciente del Chief Scientist’s Group de la Agencia de Medio Ambiente del Reino Unido ha evaluado la eficacia, viabilidad y sostenibilidad ambiental de distintas tecnologías para el tratamiento de las sustancias per- y polifluoroalquiladas (PFAS). El análisis se centra en la incineración a alta temperatura (HTI, por sus siglas en inglés) y examina tanto sus condiciones de operación como el riesgo de generar subproductos de combustión incompleta. El estudio también revisa métodos emergentes de destrucción y técnicas de captura de PFAS, con el objetivo de orientar estrategias de gestión más seguras y sostenibles.

Las PFAS son una amplia familia de compuestos fluorados sintéticos empleados en procesos industriales y en bienes de consumo por su resistencia al calor, al agua y a productos químicos. Estas mismas características, sin embargo, las convierten en contaminantes extremadamente persistentes. Algunos compuestos son móviles y se dispersan a grandes distancias, mientras que otros tienden a bioacumularse en organismos, con posibles impactos en la salud humana y los ecosistemas.

Su persistencia y toxicidad han situado a los PFAS en el centro de la agenda regulatoria internacional, generando presión para desarrollar soluciones de tratamiento que sean escalables, eficaces y ambientalmente responsables.

Incineración a alta temperatura

En la actualidad, en Reino Unido los residuos que contienen PFAS se gestionan principalmente mediante vertedero, tratamiento de aguas residuales o incineración. Mientras que los dos primeros métodos no eliminan el contaminante, la incineración a alta temperatura es la única técnica capaz de destruir PFAS a gran escala.

El informe señala que la HTI puede alcanzar eficiencias de destrucción superiores al 99,99 %, siempre que se opere bajo condiciones muy estrictas: temperaturas en torno a 1.100 °C, un tiempo de residencia de 2 a 3 segundos, suficiente turbulencia y una adecuada relación estequiométrica.

En condiciones subóptimas —como temperaturas más bajas, falta de oxígeno o tiempos de residencia cortos— pueden generarse subproductos de combustión incompleta, incluidos gases de efecto invernadero de alta potencia.

El estudio advierte también de que existen limitaciones importantes: los datos a largo plazo en instalaciones reales son escasos y las prácticas de control varían entre países, lo que dificulta una evaluación homogénea de riesgos.

Tecnologías emergentes y métodos de captura

Más allá de la incineración, el informe revisa un conjunto de tecnologías en fase experimental o precomercial que muestran potencial para la destrucción de PFAS en distintos flujos de residuos. Entre ellas se incluyen la degradación mecanoquímica, el tratamiento hidrotermal alcalino, la sonólisis, el plasma, la oxidación electroquímica, la oxidación en agua supercrítica y la pirólisis.

Aunque prometedoras, estas tecnologías enfrentan retos de coste, escalabilidad y fiabilidad a largo plazo. En paralelo, los métodos de secuestro (como el carbón activado o el intercambio iónico) se utilizan ampliamente para eliminar PFAS del agua y contener focos localizados de contaminación. Sin embargo, no destruyen los compuestos y generan residuos secundarios concentrados que requieren una gestión cuidadosa.

Hacia un enfoque combinado y sostenible

El informe concluye que la incineración a alta temperatura sigue siendo la única opción probada para la destrucción a gran escala de PFAS, aunque exige condiciones operativas estrictas y un mayor esfuerzo en supervisión. A medio plazo, los expertos apuntan a la necesidad de combinar técnicas destructivas emergentes con métodos de secuestro en un “tren de tratamiento” que optimice la eficacia y reduzca los impactos ambientales.

La investigación refuerza la urgencia de invertir en innovación tecnológica y en marcos regulatorios claros que permitan afrontar el desafío de los PFAS, uno de los contaminantes más persistentes y complejos de la actualidad en la gestión de residuos.

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