Un metaanálisis con datos de 30 millones de personas confirma que la exposición prolongada a partículas finas, dióxido de nitrógeno y hollín incrementa el riesgo de desarrollar Alzheimer y otras demencias.
Un análisis de datos de casi 30 millones de personas confirma que la contaminación atmosférica, en especial la procedente del tráfico rodado y de procesos industriales, está vinculada a un mayor riesgo de padecer demencia, incluida la enfermedad de Alzheimer.
El estudio, publicado en The Lancet Planetary Health y liderado por el Medical Research Council (MRC) Epidemiology Unit de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, revisó 51 investigaciones previas y realizó un metaanálisis con 34 de ellas, abarcando población de Norteamérica, Europa, Asia y Australia.
En concreto, el equipo encontró una relación significativa entre tres contaminantes y el aumento del riesgo de demencia:
- Partículas finas (PM2.5): emitidas por vehículos, centrales energéticas, procesos industriales, quema de leña y polvo de construcción.
- Dióxido de nitrógeno (NO₂): presente principalmente en los gases de combustión de vehículos y equipos domésticos a gas.
- Hollín (carbono negro): procedente de motores y combustión de biomasa.
Según los datos del estudio, por cada incremento de 10 µg/m³ de PM2.5, el riesgo relativo de desarrollar demencia aumenta un 17%; por cada 10 µg/m³ de NO₂, un 3%; y por cada 1 µg/m³ de hollín, un 13%.
Un factor de riesgo para personas sanas
Actualmente, la demencia afecta a más de 57,4 millones de personas en el mundo, y se estima que la cifra se triplicará hasta 152,8 millones en 2050. “Nuestro trabajo refuerza la evidencia de que la exposición prolongada a la contaminación exterior es un factor de riesgo para el inicio de la demencia en adultos previamente sanos”, señala la doctora Haneen Khreis, investigadora del MRC y autora principal del estudio.
Los investigadores apuntan que la contaminación puede desencadenar procesos de inflamación y estrés oxidativo en el cerebro, mecanismos ya relacionados con el deterioro cognitivo. Además, destacan que la reducción de la exposición es especialmente beneficiosa para comunidades vulnerables, que suelen estar más expuestas a la polución.
Por su parte, Clare Rogowski, coautora principal del artículo e investigadora también de la Unidad de Epidemiología del MRC, afirma que “es probable que los esfuerzos por reducir la exposición a estos contaminantes clave contribuyan a reducir la carga que supone la demencia para la sociedad”.
Por ello, los autores de la investigación reclaman políticas más estrictas para reducir la contaminación atmosférica, en particular la derivada del transporte y la industria. “Prevenir la demencia no es solo tarea del sistema sanitario: este estudio refuerza la idea de que la planificación urbana, el transporte y la regulación ambiental tienen un papel crucial”, subraya el doctor Christiaan Bredell, coautor del estudio.