Sergio Sastre Sanz.
En 2025, al menos tres CCAA (Euskadi, Navarra, Cataluña) cuentan con sus cuentas de flujos materiales razonablemente actualizadas e incluyen los indicadores derivados en sus marcos de monitorización de economía circular.
La economía circular tiene un fuerte componente cuantitativo imprescindible en escalas que van desde el diseño de un producto o los resultados de una organización a un gobierno municipal, regional, estatal, etc.
Se hace difícil pensar en el planteamiento de objetivos y el diseño de políticas sin una base cuantitativa que dimensione las estrategias, nos ayude a pensar qué objetivos son razonables y a realizar su seguimiento. De hecho, la proliferación de marcos de indicadores de economía circular[1] da señales de esta necesidad, si bien el grado de armonización y coordinación hasta la fecha es mejorable.
El marco conceptual y metodológico que está en el corazón de los indicadores de la economía circular es la contabilidad de flujo materiales, que permite medir la magnitud biofísica de las economías y calcular inputs (extracción e importaciones), outputs (exportaciones y generación de emisiones y residuos), balances comerciales físicos, consumo de materiales, etc. Derivados de estas cuentas surge el núcleo cuantitativo a partir del cual se construyen los principales marcos de indicadores de economía circular.
A escala europea contamos con un marco de indicadores que, con sus vaivenes, parece consolidado[2] a la vez que políticamente inofensivo. Como en capítulos anteriores de la saga de conceptos que tratan de reconciliar el funcionamiento económico con la explotación de los ecosistemas, no plantea la cuestión principal: la imposibilidad de un crecimiento económico infinito y por tanto la caducidad del grueso de nuestro sistema de organización social y económico.
Este marco se aplica a la escala de Estados miembros y, para España, el INE publica parte de los indicadores del marco europeo a escala estatal y algunos adicionales. Al llegar a la escala regional (donde recaen buena parte de las competencias de política económica y ambiental en España), el grado de dispersión de estos marcos se multiplica y los indicadores tienen poco en común si se comparan las Comunidades Autónomas. Este fenómeno se explica por la falta de coordinación regional y de las regiones con la administración estatal, y en parte, por la asimétrica disponibilidad de las cuentas de flujos materiales a nivel regional que impiden un cierto grado de armonización para indicadores centrales con la escala estatal y europea.
En 2025, al menos tres CCAA (Euskadi, Navarra, Cataluña) cuentan con sus cuentas de flujos materiales razonablemente actualizadas e incluyen los indicadores derivados (p.e., consumo doméstico de materiales) en sus marcos de monitorización de economía circular. Baleares tiene sus cuentas publicadas hasta el año 2019. La Comunidad de Madrid está proceso de cálculo y otras CCAA están barajando la posibilidad de llevarlas a cabo[3].
Existen precedentes de estas cuentas para todas las CCAA de España para la serie 1996-2010 y literatura científica al respecto, lo cual indica que obtener estos indicadores es metodológicamente posible desde hace al menos una década. Esta situación es excepcional en la UE y sitúa a las regiones españolas a la cabeza en materia de información para las políticas públicas de economía circular.
Este potencial para medir y dotar a las regiones españolas de un marco cuantitativo armonizado y comparable con los datos estatales y europeos está aun por explotar. Vista la aportación que realiza ya al diseño de políticas de economía circular y su seguimiento en Euskadi, Navarra y Cataluña, no parece que haya ninguna barrera para su aplicación en el resto de las regiones españolas, más allá de la voluntad de dotar a la toma de decisiones de una mejor base cuantitativa.
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[1] OECD. 2021. The OECD Inventory of Circular Economy indicators. OECD, Paris.
[2] A la vez que políticamente inofensivo porque como en capítulos anteriores de la saga de conceptos que tratan de reconciliar el funcionamiento económico con la explotación de los ecosistemas, no plantea la cuestión principal: la imposibilidad de un crecimiento económico infinito y por tanto la caducidad del grueso de nuestro sistema de organización social y económico.
[3] Hasta donde el llega el conocimiento del autor, al menos Canarias.
Fuente:
ENT